Relaciones entre comunidades y Patrimonio Cultural en La Araucanía
Mario Samaniego.
Escrito por:
Mario Sastre
Nov 27, 2023
·
3 minutos

La UNESCO indica que el Patrimonio Cultural es el conjunto de bienes tangibles e intangibles, recursos y atributos que constituyen la herencia de un grupo humano, y que refuerzan emocionalmente su sentido de comunidad con una identidad propia, pudiendo generar bienestar social. Es producto de la creatividad humana, transmitiéndose y transformándose de generación a generación, siendo, por tanto, una realidad subjetiva y dinámica. Los bienes que constituyen el patrimonio no lo son en sí mismos, sino que su valor les es atribuido por la sociedad en cada época y contexto históricos, siendo los agentes sociales quienes determinan qué bienes son los que hay que reconocer y valorizar pensando en el futuro.

Ante esta caracterización, situados en el contexto de La Araucanía, quisiera poner de manifiesto dos paradojas que, en alguna medida, darían cuenta de cómo se vive la relación entre las comunidades que habitan el territorio y el patrimonio.

En primer lugar, hay que destacar el hecho de que son los agentes políticos y académicos, principalmente, quienes tienen la capacidad, y sobre todo poder, para determinar el conjunto de bienes que pasan a formar parte del inventario patrimonial. Por el contrario, los verdaderos herederos del legado patrimonial cuentan con poca capacidad de decisión sobre los bienes y, especialmente, sobre cómo relacionarse con ellos, cómo significarlos y gestionarlos. El Estado-nación mediante la patrimonialización de ciertos bienes y no de otros, lo que realiza es elaborar e imponer una determinada representación social que desea construir. En no pocas ocasiones, la uniformización de la representación creada invisibiliza las diferencias y desigualdades que han dado forma al territorio, exigiendo una mirada colectiva sin aceptar que en La Araucanía coexisten múltiples contextos culturales. Por su parte, la academia ha colaborado, no me atrevería a decir con qué grado de conciencia, a fortalecer lo anterior, creando categorías que al fragmentar la realidad (tradicional o moderno, rural o urbano, material e inmaterial, etc.), robustecen la mirada colectiva inscrita en el patrimonio. Como consecuencia, este no se construye mayormente desde las comunidades vivas, obligándonos a preguntarnos acerca de si los habitantes del territorio se reconocen en su patrimonio, o cuál es el sentido que les entrega para sus vidas.

En segundo lugar, considero que el patrimonio es algo que vive en los límites de lo social, una realidad un tanto periférica, algo que emerge de vez en cuando, por ejemplo, el Día del Patrimonio. Esta afirmación cobra sentido si pensamos en el lugar y en el peso que los bienes patrimoniales tienen en lo cotidiano, en las rutinas que normalizan nuestro día a día. Pareciera que poco. Son, por el contrario, los valores que sustentan y proyectan los sistemas económicos, jurídicos y políticos los que funcionalizan nuestras relaciones y acciones.

A modo de conclusión, se podría afirmar que el patrimonio que se vive principalmente en el binomio espectáculo-audiencia, debería ser, si seguimos la conceptualización de la UNESCO, una creación de las comunidades que les permitiera mantener y recrear sus particulares formas de vida; en última instancia, sería un elemento más para la defensa de sus derechos.

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