¿Qué sucede con el patrimonio?
Héctor Mora.
Nov 27, 2023
·
3 minutos

Hacia fines del silgo XIX, comienzan en nuestro país las primeras prácticas asociadas a la conservación de lo que más tarde se denominaría patrimonio cultural. El progreso y la modernización, tan venerado en ese entonces, se convertía en el principal enemigo del pasado, amenazado las tradiciones y las expresiones culturales que, para la época y en distintos círculos sociales, eran consideradas irremplazables y de incalculable valor, manifestaciones de la riqueza cultural de la nación, de lo que se debía preservar para el futuro.

En esta época, era el relato de la nación y de la unidad nacional el que actuaba como telón de fondo, y otorgaba sentido a las prácticas que definieron que protege, y en último término, qué recuerdar o conservar. Podríamos agregar, una idea de formación colectiva o formación nacional fue la que dictaba los criterios para seleccionar los elementos y atributos a partir de los cuales se proyectaba una identidad, y con ello, se constituía una herencia.

Lo que es y no es patrimonio, es decir, lo que es patrimonializable, es el resultado de una convención social que se encuentra alimentada por valores estéticos, políticos, materiales, religiosos, ellos arraigados y producidos en una época y extendidos a otras. Son además, decisiones de grupos, quienes definen y colectiviza ideales que se materializan, transmiten y reproducen en la sociedad. 

Sin embargo, las sociedades cambian, así como también los referentes valóricos, identitarios y culturales. El patrimonio entra en disputa, debido a que no necesariamente hace sentido tanto fuera del grupo que lo instituyó, como también fuera de la temporalidad en la cual fue instituido. Lo que es patrimonio para algunos, no necesariamente se transforma en patrimonio para otros. La materialidad e inmaterialidad es significada, y la significación o acto signitivo, no se encuentra disociado de lo político, elemento central de cualquier construcción identitaria. Por ello la acción de impugnar o discutir.

El patrimonio es político, ya que forma parte de la política de la diferencia, la base sobre la cual se define lo que es propio de lo que es ajeno, lo que nos distingue como colectivo de otros colectivos, lo que es heredable de lo descartable, lo que debemos conservar de lo que pensamos desechar.

Por ello, hablar de patrimonio desde el presente, requiere preguntarnos ¿qué es patrimonio?, y al mismo tiempo, desde qué proyecto y con qué finalidad le estamos atribuyendo dicho reconocimiento. Claramente, implica generar un diálogo que vaya más haya del deseo o la convicción de un grupo social concreto. Debe de atender a todas las diferencias e integrarlas, no desde la lógica de la exclusión y validación de ciertos discursos específicos, si no desde las visiones más amplias, desde lo que hoy nos implica como sociedad, desde las posibilidades de vida.

El patrimonio no sólo se encuentra representado en los grandes edificios del pasado, en los cacharros, en los cráneos, en el canto popular o en las estatuas de héroes de las batallas pasadas. El patrimonio también está en el aire, en el paisaje, son los humedales, los ríos. Estos nos movilizan, emocionan, otorga sentido a nuestra vida y a la de grupos concretos. 

Forma parte del nosotros como humanidad y como nación, y es lo que en términos vitales nos proyecta hacia el futuro; también es heredable, si pensamos en las generaciones futuras. Es cultural ya que es significado.


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