IA y brecha digital
Helder Binimelis Espinoza Departamento de Trabajo Social NEII Nodos Conexión Sur
Nov 27, 2023
·
3 minutos

En las últimas semanas hemos visto a través de diversos medios la preocupación de filósofos, expertos y empresarios en relación a las consecuencias de continuar con las investigaciones sobre inteligencia artificial (IA). Una de las máximas expresiones al respecto es la carta abierta: “Pausar grandes experimentos de IA”, que al día de hoy cuenta con más de 30 mil firmas de apoyo. Como es habitual en relación a diversas tecnologías, las consideraciones valóricas y preocupaciones sobre las consecuencias prácticas sobre la vida social y los entornos materiales y ecológicos llegan casi siempre muy tarde. Estas solicitudes de detener los avances o la investigación en el área, podría compararse con la idea de ver cómo se nos aproxima un tren a toda velocidad y esperar que se pare en seco porque le decimos: ¡Alto!


Antes de hablar de detener el tren, quisiera manifestar mi preocupación sobre las brechas digitales. Este último concepto nos indica la existencia de un espacio (físico y virtual) que separa a personas, grupos, comunidades, a países o continentes completos de sus posibilidades de acceder y beneficiarse de los avances en tecnologías digitales. Diversos estudios indican que un elemento clave en la producción de las brechas es la desigualdad económica, la que además afecta en mayor medida a personas mayores, personas en situación de discapacidad, habitantes de zonas rurales, mujeres y pueblos indígenas. 


Imaginemos ahora el uso de IA en una casa inteligente que posibilite mejorar las condiciones de accesibilidad para una persona mayor o para una persona en situación de discapacidad. Imaginemos a personas viviendo en contextos rurales, que por medio de IA pueden acceder a servicios médicos y diagnósticos sin tener que desplazarse a una ciudad. Ahora nos preguntamos: ¿Por qué deberíamos dejar la investigación sobre IA?


Detener la investigación sobre IA no detiene el tren desbocado de los avances tecnológicos, habitualmente presentados como neutrales, algo que beneficia o perjudica a todas las personas por igual. Sin embargo, en la práctica, las tecnologías se diseñan y despliegan socialmente a partir de los deseos e intereses de quienes están al otro lado de la brecha, para quienes las tecnologías no operan como dispositivos meramente individuales, sino que en realidad, integrados en amplios sistemas de control de la producción, del consumo,  y más recientemente de las discusiones sobre la política y la verdad.


Llama la atención además que, en un contexto de desarrollo de tecnologías fundamentalmente capitalista, representantes de empresas como Tesla o Alphabet promuevan este alto expresando que “...si tal pausa no se puede promulgar rápidamente, los gobiernos deberían intervenir e instituir una moratoria”. Además solicitan la existencia de: “...autoridades reguladoras nuevas y capaces dedicadas a la IA, supervisión y seguimiento de sistemas de IA de alta capacidad y grandes conjuntos de capacidad computacional; sistemas de procedencia y marcas de agua para ayudar a distinguir las fugas reales de las sintéticas y rastrear modelos; un sólido ecosistema de auditoría y certificación; responsabilidad por daños causados por IA; financiación pública sólida para la investigación técnica de seguridad de la IA; e instituciones bien dotadas para hacer frente a las dramáticas perturbaciones económicas y políticas (especialmente en la democracia) que provocará la IA.”


Aunque en principio podemos compartir estas preocupaciones, especialmente respecto a los efectos de las IA sobre la democracia, es importante consignar que la lógica de la discusión es similar a la preocupación previa por la regulación de la propiedad intelectual en los inicios de la era digital, que trajo consigo la creación de mecanismos de regulación supranacionales como el acuerdo ADPIC de la OMC o  los acuerdos ADPIC-plus vinculados a diversos tratados de libre comercio. Estas regulaciones también fueron solicitadas en su momento por empresarios vinculados a los ámbitos de producción farmacéutica y la en ese momento emergente industria digital.  Esos mecanismos institucionales, y los que ahora se proponen para la IA, en vez de detener el tren, actúan como un operario que cambia el tren hacia una vía en que las regulaciones se constituyen en barreras de acceso y uso de tecnologías, perpetuando las brechas digitales.


Ya que las consecuencias del desarrollo de tecnologías complejas como las IA, afecta a todos, la discusión sobre los intereses que orienten su desarrollo deberían ampliarse a las sociedades en su conjunto. No basta que expertos: científicos y políticos, establezcan marcos regulatorios para su desarrollo. En realidad, debe discutirse democráticamente cuáles son los desarrollos que queremos. Si no es así, la llegada del imparable tren de la IA producirá nuevas formas de brecha digital.


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